El Cine de los 80: Cine de Alto Concepto

Tom Cruise en «Top Gun» de 1986; el ejemplo por excelencia del Cine de Alto Concepto

En el cine, como en muchos aspectos culturales de la sociedad, pueden establecerse fechas de inicio y culminación de ciertos momentos y tendencias que definieron eras: el comienzo del cine sonoro en 1927 con “The Jazz Singer”, el fin del Código de Producción de Hollywood 40 años después con el estreno de “Bonnie & Clyde”, etc.

La década de los 80 en el cine comercial estadounidense tiene la particularidad de empezar y culminar con dos filmes muy dispares en temática, pero muy similares en función de los detalles relativos a la pre, pro y post producción de los mismos, los costos involucrados y los resultados generados. Entre ambos, se impuso un tipo de cinematografía que marcaría la década en cuanto a la forma de realización, los mecanismos de comercialización, las estrellas involucradas y la estética de estos 10 años de filmes, resumidos bajo la etiqueta de Cine de Alto Concepto. A continuación veremos los antecedentes, sus características, qué lo llevó a dejar de ser popular y qué efectos trajo en los filmes que se hicieron después.

El New Hollywood se hace Añejo

Gene Hackman (Buck Barrow), Warren Beatty (Clyde Barrow) y Faye Dunaway (Bonnie Parker) en «Bonnie & Clyde» de Arthur Penn

A nivel de críticos y estudiosos, el período del New Hollywood es, para muchos, la época más fértil e innovadora del cine norteamericano, empezando -como ya citamos- en 1967 con el film “Bonnie & Clyde” de Arthur Penn (si bien algunos ubican el inicio del mismo un año antes con el estreno comercial sin clasificación de censura de “Blow Up” de Michelangelo Antonioni, mostrando frontalmente desnuda a la actriz Jane Birkin), colocando el clavo en el ataúd del sistema de estudios que por 35 años dominó la producción de películas.

Tomando como base la historia real de los asaltantes de bancos de la década de 1920 perseguidos por el FBI, este film establece de entrada lo que serían los leit motifs del New Hollywood: mostrar la violencia en forma directa y sin adornos, protagonistas antihéroes o renegados que bien podrían ser personas comunes (el Popeye Doyle -Gene Hackman- de “The French Connection”) o figuras glamorosas (caso de Faye Dunaway como Bonnie Parker y Warren Beatty como Clyde Barrow), mostrar la realidad o eventos históricos en forma veraz lo más posible (aquí no cabían los musicales de los años 40 y 50 o filmes de fantasía, pero sí las distopías de ciencia-ficción), y relaciones más humanas (incluyendo carnalidad e intimidad).

Marlon Brando en su inmortal actuación como Vito Corleone en la OBRA MAESTRA de Francis Ford Coppola: «The Godfather«

Desde William Friedkin y Peter Bogdanovich hasta Martin Scorsese y Francis Ford Coppola; desde “Easy Rider” hasta “M*A*S*H”; las grandes obras del cine norteamericano de este período tienen ese sello que conectó con el público, al dejar de ser el medio un mecanismo de escape o evasión para convertirse en un reflejo de la sociedad estadounidense y mundial, marcada por sucesos como la Guerra de Vietnam, el caso Watergate, los atentados con aviones comerciales, la crisis del petróleo de los 70, la Guerra de Yom Kippur, y muchos más.

De izquierda a derecha: William Friedkin, Gene Hackman y Roy Scheider durante la filmación de «The French Connection«, ganadora del Oscar a la Mejor Película de 1971

No obstante la visceralidad y realismo que el cine del New Hollywood representó, muchos espectadores empezaron a sentir una repetición de temas y un leve cansancio del aspecto gris, sombrío y nihilista que los filmes tenían. Como bien lo citó el director Quentin Tarantino en su libro de 2022 “Cinema Speculation”:

En pleno auge del New Hollywood, 3 filmes que salieron en 3 años consecutivos ayudaron a cambiar esa perspectiva; en especial con relación a los protagonistas. En primer lugar en 1975 al estrenarse “Jaws” de Steven Spielberg, donde el personaje Martin Brody, un oficial de policía en un pueblo marítimo de Nueva Inglaterra logra vencer a un tiburón blanco que cobró vidas humanas y desató el pánico. En segundo lugar en 1976 al estrenarse “Rocky” de John G. Avildsen donde el boxeador Rocky Balboa; si bien no gana el campeonato mundial de pesos pesados, a la vista del espectador se convierte en un héroe. Y en tercer lugar en 1977 cuando George Lucas lanza “Star Wars – Episode IV: A New Hope”, en que el protagonista Luke Skywalker -un muchacho sencillo en un planeta distante- conoce La Fuerza, se enfrenta por vez primera a un villano y destruye el arma principal del enemigo. Además de ser las 3 obras éxitos de taquilla, el elemento común entre ellas está en destacar cómo personas comunes y corrientes se enfrentan a situaciones extraordinarias y salen victoriosas; particularmente en el caso del film de Lucas, donde se rescata la figura y el llamado viaje del héroe.

Martin Brody (Roy Scheider), Rocky Balboa (Sylvester Stallone) y Luke Skywalker (Mark Hamill). 3 personajes comunes que se convierten en héroes.

Grande. Bombástico. De Alto Concepto.

Kris Kristofferson, Christopher Walker y Michael Cimino en el set de filmación de «Heaven’s Gate«, que significó el fin del New Hollywood y el comienzo del Cine de Alto Concepto.

Como ya mencionamos, el comienzo del período del Cine de Alto Concepto tuvo lugar con el fracaso comercial y de crítica que tuvo el film de 1980 “Heaven’s Gate” de Michael Cimino (quien había ganado el Oscar a la Mejor Película por “The Deer Hunter”). Con un presupuesto inicial de $11.600 millones; el costo final se ubicó en $44 millones a raíz de excesos y retrasos en la producción, egos elevados y obsesiones con perfección de parte del director, gastos excesivos en locaciones, extras y severos maltratos a animales -incluyendo la muerte de varios caballos que llevó a la vigilancia obligatoria desde entonces (y para todas las películas) de la American Humane Association-. Este fracaso citado llevó a la quiebra total al estudio United Artists, siendo una señal de alarma para el resto de estudios de Hollywood quienes tomaron de inmediato medidas para poner control a directores que se habían excedido en sus ambiciones artísticas. Sobre esto dijo el crítico de The New York Times Vincent Canby: “[Heaven’s Gate] falla por completo que puede pensarse que uno podría sospechar que el Sr. Cimino le vendió su alma al Diablo para que “The Deer Hunter” tuviese éxito y ahora el Diablo regresó para cobrarle”.

El primer estudio en tomar medidas en el acto -a nivel de golpe de estado- fue Paramount Pictures que, si bien en el auge del New Hollywood tenía como jefe de producción del estudio (el que revisa guiones y autoriza las filmaciones) a Robert Evans, éste le daba carta blanca e independencia creativa a los directores. Sobre este hecho diría Francis Ford Coppola:

Este «golpe de estado» como lo mencionó Francis Ford Coppola se inició con una limpieza a todo nivel del estudio. Por ordenes de Charles Bluhdorn, presidente de Gulf + Western (empresa propietaria de Paramount Pictures) se ordenó el despido de Robert Evans para ser sustituido por Barry Diller en la presidencia del estudio, siendo secundado por jóvenes ejecutivos como Michael Eisner, Jeffrey Katzenberg y en especial, Don Simpson. Salvo por el acuerdo que se dio entre el estudio, Steven Spielberg, George Lucas y Lucasfilm Ltd. para la realización y distribución en 1981 del film «Raiders Of The Lost Ark«, toda película que viniese de Paramount tendría que pasar por el control de ejecutivos.

Y era lógico que sucediese. Además de los factores mencionados, el cine se enfrentaba a la competencia por la atención del público de la televisión por cable, de la publicidad audiovisual y en especial, de los video clips y del recién inaugurado MTV Music Television en agosto de 1981 que impuso una estética visual influenciada por el movimiento artístico Memphis y en gran medida, por el cine de épocas pasadas, pero con un lenguaje visual que lo hacía innovador y muy llamativo. En ese sentido, Don Simpson estableció como norma que todo film que se produjese debería tener un concepto sencillo, atractivo y de fácil comprensión que pudiese ser vendido en un comercial de televisión de 30 segundos.

De pie y de izquierda a derecha: Jeffrey Katzenberg, Don Simpson, Michael Eisner y Barry Diller, quienes dominaban Paramount Pictures a comienzos de los 80.

Esto hizo que en Paramount los directores pasaron a ser secundarios, dando protagonismo a los productores; pero aun así, reclutarían a nuevos directores, más jóvenes, con un estilo visual y artístico más cercano al video clip y a la publicidad que a las escuelas de cine de las universidades, y que trabajasen por encargo de los productores, cumpliendo en todo momento con las nuevas normas que el estudio establecía. Lynda Obst (ejecutiva de Paramount) resumiría en palabras el cine de alto concepto de esta forma:

Para 1982 Don Simpson llevaba dos años como jefe de producción en Paramount PIctures, pero debido a una cultura de excesos que involucraba un consumo excesivo de cocaína que lo llevaba a veces a desmayarse en reuniones de ejecutivos, arranques de ira incontrolada e incluso chocar los vehículos de quienes les caía mal, llevó a que Michael Eisner lo despidiera del departamento, pero en lugar de sacarlo del estudio le ofreció un acuerdo de producción que muchos suponían sería un fracaso. Acto seguido, se asocia con un joven productor emergente de nombre Jerry Bruckheimer y deciden producir la tercera película más taquillera de 1983, después de «Star Wars – Episode VI: Return Of The Jedi» y «Terms Of Endearment«: “Flashdance” de Adrian Lyne.

«Flashdance» de Adrian Lyne. El tercer film más taquillero de 1983 y el primero en mostrar el Cine de Alto Concepto al gran público.

Reglas para Hacer Cine de Alto Concepto.

«Flashdance” dio inicio formal al Cine de Alto Concepto. ¿Y qué hacía a este tipo de filmes ser como eran?

«The Karate Kid» de 1984, dirigida por el mismo realizador de «Rocky«, John G. Avildsen; otro ejemplo del Cine de Alto Concepto.

Lo primero: cada película debía comenzar con la secuencia de créditos asociada a un tema pop rock compuesto especialmente para el film -por ejemplo, “Flashdance… What A Feeling” de Irene Cara, “The Heat Is On” de Glenn Frey en “Beverly Hills Cop”, “The Moment Of Truth” de Survivor para “The Karate Kid” o “Just Imagine” de Beth Andersen para “Thief Of Hearts”-. Acto seguido, debía existir un gran evento de alto impacto visual: el agua cayendo sobre la bailarina en “Flashdance” o el vuelo invertido en “Top Gun”. Luego, cerca del final del segundo acto el héroe debe tener una crisis personal que casi siempre involucra la muerte de alguien muy cercano a éste: el deceso de Goose en “Top Gun”, o de Apollo Creed en «Rocky IV«, por ejemplo. Y por último llegamos al momento final de triunfo donde en todos los filmes la imagen se congela mostrando a los protagonistas felices y contentos. Según muchos que trabajaron directamente en los filmes distribuidos por Paramount, estas eran unas reglas establecidas por escrito por el propio Don Simpson.

«Beverly Hills Cop» de 1984, dirigida por Martin Brest, producida por Don Simpson y Jerry Bruckheimer, protagonizada por Eddie Murphy, y junto con «Ghostbusters» de Ivan Reitman, fueron las 2 películas más taquilleras de ese año.

La intención -a tenor de muchos analistas de cine- es que los filmes de este período tenían el look and feel de los video clips de entonces puestos en secuencia uno tras otro, cada fotograma debía tener ese aspecto como si se transmitieran por MTV Music Television; cada cierto tiempo se mostraba una secuencia de imágenes combinada con otras canciones que formasen parte del soundtrack, con la intención de crear una sinergia máxima que se tradujese en ventas masivas de discos de la banda sonora y en consecuencia que el film se promocionase en el canal de música. Puede que en términos de guión no fuesen la gran cosa («Flashdance» por ejemplo), pero al final terminan siendo películas entretenidas de ver. Eventualmente el resto de los estudios de Hollywood se apegarían a la fórmula impuesta por Paramount: Columbia Pictures con «Ghostbusters» y «The Karate Kid«, Universal con «Back To The Future» y el propio Paramount con «Top Gun«, convirtiéndose el Cine de Alto Concepto en el estándar cultural de la era de los yuppies, Ronald Reagan, Gorbachev y perestroika.

«Ghostbusters» de Ivan Reitman; otro ejemplo del Cine de Alto Concepto de los 80.

Quien aplicó esta fórmula mejor que nadie fue Tom Cruise. En sus filmes posteriores a «Top Gun» como «The Color Of Money» de Martin Scorsese o «Cocktail» de Roger Donaldson, se cumplen una serie de 9 reglas que en su momento sintetizó el crítico Roger Ebert, las cuales son:

  1. El Personaje Cruise: casi siempre un joven talentoso que solo necesita domar su carácter para ser exitoso.
  2. El Mentor: alguien mayor que sirve de maestro y que puede ser una buena o mala influencia, dependiendo del desarrollo de la trama; alguien que ya ha vivido bastante y que reconoce el talento del personaje Cruise, aunque su espíritu libre complique el camino al éxito.
  3. La Mujer Superior: por lo general es ligeramente mayor o tiene un grado profesional, pero sin duda es más madura que el personaje Cruise, y que también sirve como mentora para guiarlo en la vida mientras que el mentor masculino es el guía para desarrollar sus habilidades.
  4. La Habilidad: es esa cosa que hace al personaje Cruise sobresalir del resto de mortales y que debe desarrollar al máximo.
  5. La Arena: el escenario donde se verá el talento y el personaje Cruise será sometido a prueba.
  6. La Arcana: el lugar (academia o escuela) donde existe el conocimiento y donde el personaje debe pulir sus habilidades innatas, y que incluso el espectador termina aprendiendo.
  7. El Viaje: el recorrido que debe hacer el personaje Cruise al sitio o Arcana donde los maestros someten a prueba a los aspirantes.
  8. El Proto Enemigo: el malo de la película que se define desde el comienzo y que sirve de contraparte al protagonista Cruise para que practique sus habilidades. Al principio son rivales, pero al suceder una suerte de bautismo de fuego, ambos personajes aprenden a aceptarse y hasta ser amigos.
  9. El Eventual Enemigo: el verdadero malo de la película quien en el último instante somete al personaje Cruise a demostrar sus habilidades, su aprendizaje, y su valía como ser humano.
Tom Cruise y Paul Newman en «The Color Of Money» de Martin Scorsese.

Luego de 1990, Cruise no aplicaría estas 9 reglas en filmes como «Born On The Fourth Of July» de Oliver Stone, «Magnolia» de Paul Thomas Anderson o «Eyes Wide Shut» de Stanley Kubrick, pero sí de vez en cuando volvería a este esquema, como en la primera de la franquicia de «Mission: Impossible» dirigida por Brian De Palma.

Comienzan los Días de Trueno.

Christopher Lloyd y Michael J. Fox en una escena de «Back To The Future«; la película más taquillera de 1985, dirigida por Robert Zemeckis

Para el final de la década de los 80, las producciones de Don Simpson y Jerry Bruckheimer habían obtenido resultados asombrosos: 10 nominaciones y 2 premios Oscars, 14 canciones de sus filmes que llegaron al Top 10 de éxitos, 4 bandas sonoras que alcanzaron el número 1 de los discos más vendidos, 4 canciones en el número 1 de la revista Billboard, 4 discos multiplatino en ventas y 4 video clips en el número 1 de los rankings de MTV Music Television.

De izquierda a derecha: Don Simpson, Eddie Murphy y Jerry Bruckheimer en un descanso del rodaje de «Beverly Hills Cop«

Estas evidencias fueron motivo suficiente para que Paramount Pictures publicara un aviso a página completa en la revista Variety el 1 de febrero de 1990, donde anunciaban con bombos y platillos que Simpson y Bruckheimer firmaron con el estudio un contrato y acuerdo de sociedad de $300 millones por 5 años para hacer 5 películas que ellos quisieran a razón de 1 por año, con absoluta y total libertad para tener control creativo, sin necesitar aprobación del estudio para guiones o presupuestos, así como elegir los repartos y los actores que quisieran. Ciertamente el panorama era exactamente igual al que se daba en los tiempos del New Hollywood, solo que en lugar de ser los directores eran los productores los dueños del negocio.

Don Simpson y Jerry Bruckheimer en el anuncio del acuerdo de $300 millones con Paramount Pictures, publicado en la revista «Variety» en febrero de 1990 y el inicio de la promoción del film «Days Of Thunder

Days Of Thunder” se inicia con una idea de Tom Cruise de cambiar de escenario; de los cazas y persecuciones aéreas en “Top Gun” a los vehículos y carreras NASCAR, tomando como inspiración la vida del corredor Dick Trickle. Este film es el único crédito público que tiene Tom como guionista en conjunto con Robert Towne, quien ganó el Oscar en 1974 al Mejor Guión Original por el film “Chinatown” de Roman Polanski. Para “Days Of Thunder” Tom trajo la idea mientras que Towne hizo el borrador final, y para sumar fuerzas Tony Scott regresó a la silla del director. La idea era un tiro al piso: el elenco que hizo a “Top Gun” la película más taquillera de 1986 iba a repetir la fórmula del éxito, y los números no dejaban lugar a dudas: de un presupuesto de $ 19 millones (ligeramente por encima del presupuesto estándar de los filmes de entonces) termina recaudando a nivel mundial más de $ 356 millones. En el caso de “Days Of Thunder” el presupuesto inicial era de $40 millones, que al final se disparó hasta llegar a un costo de $70 millones, 3 y 1/2 veces más de lo que costó «Top Gun«. ¿Habían efectos especiales únicos que valiesen aumentar el presupuesto? ¿O se iría a construir una replica de un barco a escala real dentro de un tanque de agua, a la manera de «Titanic» de James Cameron? No. En «Days Of Thunder» sólo hay tomas en interiores y espacios exteriores, además de encuadres visuales de carreras de autos NASCAR; más nada.

De izquierda a derecha: Tony Scott, Don Simpson, Robert Towne, Jerry Bruckheimer y Tom Cruise en un descanso de la filmación de «Days Of Thunder«

Desde el comienzo y durante toda la filmación, fue un choque de egos constante, como lo citó la periodista Celia Brady en la revista SPY en 1990:

Pero además de los choques de egos que se produjeron, Simpson se aseguró que el set fuese una fiesta continua, al punto de contratar a dos asistentes de producción que debían garantizar un suministro constante de cocaína. ¿Por qué 2? En caso que uno no pudiese conseguir drogas, el respaldo lo cubriría; aparte, ambos debían localizar mujeres atractivas en las playas locales de Daytona Beach, Florida, donde se encontraba el set e invitarlas a fiestas privadas en las discotecas de la ciudad donde Simpson las daba todas las noches sin pausa, a veces con la presencia de rapperos como Tone Lóc y bartenders sirviendo cantidades masivas de alcohol. Tal era la bacanal, que Simpson tenía un closet en la oficina de producción con trajes de Donna Karan que regalaba a todas aquellas que tenían sexo con él. No conformes con lo anterior, Simpson y Bruckheimer gastaron $1 millón del presupuesto en construir un gimnasio privado que tenía un anuncio de neón gigante con el nombre Days Of Thunder que podía verse desde la playa.

Momento de la filmación de «Days Of Thunder«; una de las más caóticas de la historia del cine.

El propósito del gimnasio era doble: atraer mujeres y mantener a Don Simpson en forma para su actuación en el film. En este punto Simpson no quería ser visto como el visionario detrás de las cámaras sino también como una estrella de cine, quien un par de años atrás trató sin éxito de tener un pequeño papel en el film “Beaches”, pero ahora que era el productor quería tener un personaje escrito expresamente para él, mismo que aparece 2 minutos después en la presentación del film como el corredor de NASCAR Aldo Benedetti. En principio este personaje tenía más participación y diálogos, pero al final se redujo a un solo parlamento y a un puñado de tomas. De acuerdo con el coeditor Billy Weber, fue el propio Tom Cruise quien ordenó que las escenas de Simpson fuesen editadas o eliminadas.

Don Simpson en un breve instante de «Days Of Thunder» como el piloto Aldo Benedetti

Days Of Thunder” se atiene perfectamente a la fórmula y estructura del Cine de Alto Concepto: Cruise interpreta a un piloto arrogante y confiado que maneja máquinas poderosas, se enfrenta a un rival experimentado en la arena de las carreras que al final se convierte en su amigo, a mitad de película sucede un accidente que sacude al personaje de Cruise en su confianza y destreza, y finalmente en el tercer acto supera todos los obstáculos demostrando que es el mejor. No obstante, el film se desvía ligeramente de la fórmula ganadora. A nivel de trama es más enrevesada que “Top Gun”; el piloto estrella decide cambiar de vehículo y busca ayuda en un fabricante de autos retirado (interpretado por Robert Duvall, quien por estar comprometido con este film no pudo repetir su papel de Tom Hagen para “The Godfather Part III” de Francis Ford Coppola), quien pasa por un proceso de evitar ser enjuiciado por un caso sucedido un año antes donde hubo una baja humana. Otra diferencia está en la relación amorosa con la coprotagonista: en “Top Gun” Tom Cruise y Kelly McGillis tienen breves encuentros hasta que el amor se consuma a ritmo del tema “Take My Breath Away” de Berlin, todo esto como un elemento protagonista de la trama; en cambio en “Days Of Thunder” el amor es más un efecto residual que se da luego de 2 escenas introductorias. Sin embargo, el verdadero efecto residual es que después del filmar la película Tom Cruise y Nicole Kidman se convierten en esposos en una relación que duró toda la década.

Nicole Kidman y Tom Cruise en «Days Of Thunder«, donde se conocieron y eventualmente se convirtieron en esposos.

Otro factor que separa a “Days Of Thunder” del Cine de Alto Concepto es la ausencia de un soundtrack. En este film la música incidental corre a cargo de Hans Zimmer, pero no hay canciones de pop rock como en “Top Gun” o composiciones visuales de la trama a la manera de un video clip junto a una banda sonora o una canción original. No suenan por ninguna parte Kenny Loggins, o Berlin, o Irene Cara. Por ello se siente que la intención es hacer un film más serio, menos pop. Sobre esto diría en ese entonces el director Tony Scott para la revista Newsweek:

Ciertamente aquí no habían montajes visuales llamativos con protagonistas atractivos besándose, o jugando volleyball o haciendo el amor mientras suenan canciones de moda; no. Lo que sí está garantizado en “Days Of Thunder” es el final con la imagen congelada de Tom Cruise y Robert Duvall corriendo hacia la cámara. Algo que sí se vería es un claro posicionamiento de productos antes que el director Michael Bay lo impusiera como dogma, y la intención de que el film fuese visto como uno artístico, así como ser apreciados como productores serios; por ello no habrían momentos a lo MTV Music Television, Don Simpson sería visto también como un actor serio y junto con Jerry Bruckheimer derrotar en la taquilla a quienes se habían convertido en sus rivales luego de haberse ido de Paramount a Disney para dirigir el estudio: Jeffrey Katzenberg y Michael Eisner.

Tom Cruise y Robert Duvall en la escena final de «Days Of Thunder» de Tony Scott

No es de extrañar que «Days Of Thunder» se convirtiese en un fracaso.

Los Días de Trueno han Terminado.

Salas de cine casi vacías. Ese fue el resultado del estreno en 1990 de «Days Of Thunder» que terminaría con el Cine de Alto Concepto de la década de los 80.

Desde que se inició el rodaje de «Days Of Thunder» Don Simpson y Jerry Bruckheimer querían ser vistos como verdaderos autores cinematográficos, mientras que Tony Scott sería el artífice de que todo se viese de forma correcta. Pero en realidad este film sería el comienzo de un tema recurrente en su filmografía posterior: la relación entre el estudiante protagonista y el mentor que sería en cierta forma una figura paternal (del mismo modo que sucedía en la realidad entre Tony y su hermano mayor Ridley). Esto se vería en obras como «Crimson Tide«, «Enemy Of The State«, «Spy Game«, «Man On Fire«, «Domino» y «Unstoppable«, su último film.

Denzel Washington Jr. y Gene Hackman en «Crimson Tide«, última colaboración entre Tony Scott, Don Simpson y Jerry Bruckheimer.

«Days Of Thunder» empezó su rodaje con una primera fecha de estreno (mayo de 1990), pero sin un guión listo; mismo que sería escrito y reescrito durante toda la filmación, mientras la fecha se cambiaba 3 veces hasta dar con la definitiva (miércoles 27 de junio de 1990). En sus primeros 5 días recaudó $21.502.162 en 2.307 salas de cine de Estados Unidos y Canadá. Eventualmente recaudaría $157.920.733 que no es para nada una mala cifra, pero no es lo que Paramount Pictures esperaba de Simpson y Bruckheimer, siendo al final del año una baja taquilla comparada con producciones más baratas en costo, pero que se convirtieron en las más taquilleras como «Home Alone«, «Ghost» o «Pretty Woman» que recaudaron $476.684.675, $505.702.588 y $463.406.268, respectivamente.

«Home Alone«, «Ghost» y «Pretty Woman«; las 3 películas más taquilleras de 1990. «Days Of Thunder» no entró dentro de las 10 primeras.

Tal fue el fracaso de «Days Of Thunder» que a final de 1990 Paramount Pictures anunció que terminaba su contrato de exclusividad con Don Simpson y Jerry Bruckheimer; según el estudio, de mutuo acuerdo.

La razón oficial fue, y citamos: «el ambiente para la producción de películas ha cambiado«, pero de acuerdo con fuentes internas, la relación se agrió por dos motivos: los excesos en el presupuesto y el pobre desempeño en taquilla de «Days Of Thunder«, y el fracaso de parte de ambos productores en desarrollar proyectos interesantes en años recientes. Visto en perspectiva, el film tiene valores de producción destacados como una fotografía impecable, actores de reparto competentes y un trabajo de dirección bien logrado, pero la realidad es que no es una buena película en su totalidad, y en 1990 no fue bien recibida por el público.

Cuando en 1995 Don Simpson y Jerry Bruckheimer se reunieron de nuevo con Tony Scott para realizar «Crimson Tide«, fue todo lo opuesto a como fue en «Days Of Thunder«; los productores dejaron al director hacer su trabajo, sin duda, uno de los mejores filmes de su carrera. Igual situación se presentó cuando ese mismo año dejaron a Michael Bay debutar como director de cine de acción en «Bad Boys«, uno de los filmes más taquilleros de ese año que dio inicio a una franquicia que ya lleva 3 secuelas. Para finales de 1995, Jerry Bruckheimer anuncia que se separa de su asociación con Don Simpson, luego de 13 años de trabajo en conjunto.

6 meses después Don Simpson fallece de un ataque cardíaco.

El Cine de Alto Concepto Toca Tierra.

Martin Lawrence y Will Smith en «Bad Boys» de 1995 que marcó el debut como director de Michael Bay, y uno de los últimos filmes producidos por Don Simpson y Jerry Bruckheimer.

En 1991 ningún estudio de cine en Hollywood hacía Cine de Alto Concepto. Las películas taquilleras de los años que vinieron de inmediato eran más sobre personas ordinarias y un sentido humanitario colectivo, algo que podía verse en «Jurassic Park» de Steven Spielberg, «Independence Day» de Roland Emmerich y Dean Devlin, «The Fugitive» de Andrew Davies, «Titanic» de James Cameron o «Forrest Gump» de Robert Zemeckis. Esta fue una tendencia que el propio Jerry Bruckheimer aplicaría en los filmes que produjo después de separarse de Don Simpson; por ejemplo, «Armageddon» de 1998 sobre obreros que son contratados para salvar el mundo de una lluvia de asteroides.

«Armageddon» de 1998, dirigida por Michael Bay y producida por Jerry Bruckheimer.

Algo innegable es que el cine norteamericano no volvió a los tiempos del New Hollywood de los 70, pero sí permitió que nuevos talentos surgidos del cine independiente tomaran protagonismo en la cinematografía anglosajona. Estos fueron los años iniciales de talentos como Joel e Ethan Cohen, Quentin Tarantino, John Singleton o Gus Van Sant. Pero además, 1 año antes del estreno de «Days Of Thunder«, se produjo el mayor cambio en el cine comercial estadounidense, con el estreno en 1989 de un film que tendría un impacto monumental tanto en la taquilla como en la comercialización de las películas. No vino de parte de Paramount PIctures, sino de Warner Bros., y este film fue:

«Batman» de 1989, dirigida por Tim Burton y protagonizada por Jack Nicholson, Michael Keaton y Kim Basinger. En la imagen, Tim Burton (izquierda) y Michael Keaton (derecha).

«Batman» no solo se convirtió en el film más taquillero de 1989 sino que también dio inicio en estos tiempos modernos al uso en el cine de una propiedad intelectual o IP para su comercialización y además, sentaría las bases para el panorama de los años 2000 dominado por el cine de superhéroes, tipo «X-Men«, «Spider-Man«, «Iron Man» o «Avengers«.

Epílogo.

En exactamente 10 años, el cine norteamericano pasó de ser dominado por los directores a ser controlado por los productores, para tiempo después perder ellos también el control. Resulta curioso que en ambos casos los excesos fueron en definitiva los que llevaron a la debacle de unos y otros: en un lado el director Michael Cimino; en el otro, los productores Don Simpson y Jerry Bruckheimer. En 1980, «Heaven’s Gate» llevó a la quiebra a United Artists; en 1990, «Days Of Thunder» llevó al fin del Cine de Alto Concepto.

Pero no todo fue banal o escaso de valor. Todo lo contrario, este tipo de producciones acercó al público a los personajes y sus tramas exaltaban que cualquier persona podía lograr cosas extraordinarias, que no todo tenía que ser depresivo y que estaba bien que el cine fuese un reflejo de la sociedad, pero que era muy aceptable evadirse, soñar frente a una pantalla de cine que éramos Marty McFly, Rocky Balboa, Alex Owens o Pete «Maverick» Mitchell.

Al final, todos podemos salir victoriosos y quedarnos con la protagonista.

Ahora me he convertido en Muerte, el destructor de mundos.

Crítica del film «Oppenheimer» de Christopher Nolan

16 de julio de 1945. Alamogordo, New Mexico. 5:29:45 am. Ésta es la imagen de la detonación de la primera bomba atómica de la Historia

El 17 de diciembre de 1938 los científicos alemanes Otto Hahn, Lise Meitner y Fritz Strassmann logran con éxito crear fisión nuclear; esto es, a partir del núcleo de un elemento como el uranio y con un neutrón que le haga impacto, se logra dividir este núcleo en otros más livianos, así como neutrones libres, positrones, rayos gamma, núcleos de helio y electrones, junto con una gran liberación de energía. Este acto coronaba décadas de investigación científica en el campo teórico, llevando a su utilización práctica como consecuencia natural y bajo la sombra nefasta del nazismo que empezaba su expansión por Europa, hasta hacer estallar la II Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939.

Al descubirse que la Alemania de Hitler tenía serias intenciones de crear armas nucleares que llevarían a una dominación y destrucción totales; y con la participación de científicos que habían huído a Estados Unidos escapando de la guerra y del Holocausto judío, un grupo grande de éstos son convocados a desplazarse a un sitio remoto en Albuquerque, New Mexico, para desarrollar -con base en sus descubrimientos- un arma de destrucción masiva como elemento de disuación y poder acelerar el fin del conflicto. Esta fue la razón para crear el Proyecto Manhattan, liderado por el científico estadounidense J. Robert Oppenheimer.

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Dos de las mentes más brillantes de la Historia: Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer

Si bien en 1944 las plantas de agua pesada de Vemork, Noruega en manos de los nazis -necesarias para la fabricación de bombas atómicas- habían sido destruidas por los aliados, y en mayo de 1945 la guerra en Europa había terminado al igual que la vida del Presidente Franklin Delano Roosevelt, la guerra continuaba en el frente del Pacífico con los japoneses tratando de conquistar la mitad del planeta, aun cuando ya se estaban agotando militar y anímicamente. En este marco, el nuevo Presidente Harry S. Truman decide acelerar la rendición de Japón, tomando la decisión de lanzar la bomba atómica en dos ciudades: Hiroshima y Kokura (días después de la primera explosión se cambia por motivos del clima a la ciudad portuaria de Nagasaki). Previo a los días 6 y 9 de agosto de 1945, se hace una primera prueba del artefacto en las cercanías de Albuquerque; concretamente en el desierto de Alamogordo.

El día 16 de julio a las 5:29:45 de la mañana el mundo presenció por primera vez el poder desatado de la energía atómica, lo que motivó a Oppenheimer a citar en ese instante la cita sánscrita que forma parte del título de esta crítica y que aparece en el texto hindú del Bhagavad-Gita: “Ahora me he convertido en Muerte, el destructor de mundos.“ En un primer momento citó esta frase al ver el poder de la bomba en la zona de detonación; más esta afirmación cobraría mucha más contundencia al ver los resultados en Hiroshima y Nagasaki. Además de la destrucción masiva, los efectos de la radiación en las víctimas le hicieron tomar conciencia del mal que había ayudado a desarrollar, convirtiéndose casi de inmediato en un ferviente opositor del uso de la energía nuclear con fines bélicos.

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7b/Hiroshima_after_the_Atom_Bomb_Strike_1945_taken_by_sailors_of_USS_Tuscaloosa_-_Clean_and_Colored.jpg
Imagen colorizada de Hiroshima tomada por marineros de USS Tuscaloosa, días después de la detonación de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945

El resultado no podría haber sido peor: desde acusaciones de haber espiado a favor de los entonces soviéticos para que ellos tuviesen también bombas atómicas, hasta ser acusado de comunista y antipatriota, con lo cual pasó de ser uno de los científicos más brillantes de su generación a convertirse en un paria, un execrado de la sociedad que no tuvo una rehabilitación de su persona sino mucho tiempo después, un par de años antes de su muerte en febrero de 1967. El arco de su vida privada, su reconocimiento como una gran mente de su tiempo, su caída en desgracia por querer salvar al mundo y su pathos hacia la historia de la Humanidad es lo que ha logrado plasmar Christopher Nolan en la que quizás sea una de las películas más importantes de esta década y de este siglo: “Oppenheimer“.

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De izquierda a derecha: Tom Conti (Albert Einstein) y Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer) en una escena del film “Oppenheimer“ de Christopher Nolan

Tomando como referente la biografía de 2005 ganadora del Premio Pulitzer “American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer“ por Kai Bird y Martin J. Sherwin, Nolan adapta el texto al lenguaje cinematográfico mediante flashbacks y escenas que reflejan el subconsciente de Oppenheimer desde su juventud como físico teórico en universidades de Estados Unidos y Europa, su visión de imaginar el Universo más allá de lo visible, su vida personal llena de conflictos, su relación con sus colegas del mundo de la ciencia, con el establishment político y con el aparato militar que deseaba finalizar la guerra a como diera lugar, y sus temores ante el hecho de sentirse culpable de haber desatado un poder nunca visto hasta entonces e iniciar un equilibrio de terror que, si bien culminó a principios de la década de 1990, sus consecuencias siguen latentes, a la espera, como una bomba atómica a punto de ser detonada. Nolan demuestra con su guión que Oppenheimer era más que un genio científico: era un ser humano.

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Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer) y Emily Blunt (Katherine “Kitty“ Oppenheimer) en una escena del film “Oppenheimer“ de Christopher Nolan

Al llevar este texto a la pantalla, Nolan logra como director de cine elevar la barra de excelencia artística mucho más arriba de lo que hasta entonces se había logrado. En medio de la magnificencia de muchas de sus tomas con grandes planos, escenas panorámicas y otras más donde se combina la imagen de los personajes con efectos visuales superpuestos; en medio de la grandiosidad rítmica consigue como director crear cercanía con el espectador, con una audiencia que quizás podría sentir que está ante una clase de Historia o de Física Cuántica, pero la realidad es que está mostrando un pasado para que entendamos el mundo actual en que vivimos y podamos saber cómo visualizar el futuro.

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Matt Damon (Tnte. Gral. Leslie Groves) y Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer) en una escena del film “Oppenheimer“ de Christopher Nolan

Esta excelencia en dirección viene acompañada de una fotografía filmada en 65 milímetros y en IMAX para ser proyectada en el segundo formato o en 70 milímetros, que resulta hiperrealista como la naturaleza del átomo, contundente como una explosión nuclear, sobria en la composición de escenarios, perspectivas, y efectos visuales, sin contar el salto de un blanco y negro limpio sin manchas a un color vibrante y masivo. Del mismo modo la edición es coherente en medio de los saltos temporales que el film posee, desde el pasado hasta el tiempo presente y el futuro de los personajes, con las consecuencias humanísticas y políticas que se sucedieron; en ningún momento decae la atención del espectador. Y en cuanto a los sonidos se mezcla una banda sonora creada por el fantástico Ludwig Göransson, con los sonidos de la mente, del ambiente, del Universo.

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Robert Downey Jr. (Lewis Strauss) en una escena del film “Oppenheimer“ de Christopher Nolan

En las actuaciones cabe resaltar que desde las nominaciones a los Oscars del próximo año hasta las diferentes premiaciones que se hagan para actores de reparto deben, por fuerza, tener en cuenta a Emily Blunt, Robert Downey Jr., Matt Damon, Florence Pugh, Rami Malek, Josh Hartnett y Kenneth Branagh por lucirse con creces ante la cámara. Sus caracterizaciones respectivas de Katherine “Kitty“ Oppenheimer, Lewis Strauss, Leslie Groves, Jean Tatlock, David Hill, Ernest Lawrence y Niels Bohr, son clases magistrales de técnica actoral, al lograr transmitir una variedad de emociones, dramas personales y existenciales ante un mundo cambiante en todos los ámbitos. Sin lugar a dudas, no hay desperdicio de actores en “Oppenheimer“.

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Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer)

Ahora… la actuación de actuaciones.

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Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer)

A partir de este film, Cillian Murphy ya no puede ser visto como un actor de reparto fetiche en las obras de Christopher Nolan, o un secundario en dramas de tinte aristocrático. Cillian Murphy se mimetiza en J. Robert Oppenheimer al ser obsesionado por sus miedos, sus sueños, sus visiones del Universo, su nivel de compromiso humano, de solidaridad con sus colegas, de humanidad ante el curso que estaba tomando los Estados Unidos y las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, sus conflictos personales y familiares, y cómo su deseo de enmendar un mal que -quisiese o no- ayudó a desarrollar, y que a los ojos de un marco político de persecución y vanidad, le haría daño a su carrera por un tiempo. Así como mencionamos un par de párrafos atrás que los actores de reparto merecían ser galardonados, en la próxima temporada de premios y en el renglón de actor principal debe ganar Cillian Murphy, porque ha hecho la actuación de su vida.

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Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer)

Oppenheimer“ es en definitiva un antes y un después en el cine como espectáculo visual, en cómo se narran hechos ante una cámara y en la forma como se desarrollan personajes. Con “Oppenheimer“ Christopher Nolan ha hecho su “2001: Odisea Del Espacio“, su “Ciudadano Kane“, su “8 1/2“, su “Pulp Fiction“, su “Taxi Driver“, su “The Godfather“ o su Trilogía de “The Lord Of The Rings“, para mencionar las obras maestras respectivas de Stanley Kubrick, Orson Welles, Federico Fellini, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Peter Jackson.

Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer)

Veredicto: Las OBRAS MAESTRAS no se clasifican. Se disfrutan. Es un CLÁSICO. No tiene clasificación.

Trailer de «Oppenheimer» de Christopher Nolan

Universal Pictures Presenta. Una producción Syncopy en asociación con Atlas Entertainment. Un film de Christopher Nolan. «Oppenheimer«. Escrita para la pantalla y dirigida por Christopher Nolan. Basada en el libro “American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer“ por Kai Bird y Martin J. Sherwin. Dirección de Fotografía por Hoyte Van Hoytema, A.S.C., F.S.F., N.S.C. Música por Ludwig Göransson. Edición por Jennifer Lame, A.C.E. Diseño de vestuario por Ellen Mirojnick. Diseño de producción por Ruth De Jong. Producción ejecutiva por J. David Wargo, James Woods y Thomas Hayslip. Producida por Emma Thomas, P.G.A., Charles Roven, P.G.A. y Christopher Nolan, P.G.A. Protagonistas: Cillian Murphy (J. Robert Oppenheimer), Emily Blunt (Katherine “Kitty“ Oppenheimer), Robert Downey Jr. (Lewis Strauss), Matt Damon (Leslie Groves), Florence Pugh (Jean Tatlock), Rami Malek (David Hill), Josh Hartnett (Ernest Lawrence), Kenneth Branagh (Niels Bohr), Casey Affleck (Boris Pash), Benny Safdie (Edward Teller), Dylan Arnold (Frank Oppenheimer), David Krumholtz (Isidor Isaac Rabi), Tom Conti (Albert Einstein), Jack Quaid (Richard Feynman) y Gary Oldman (Harry S. Truman). Estados Unidos. 2023. Duración: 180 minutos.

ESG, Shill y Woke. De la Fama a la Ruina

Muy Importante: Queremos aclarar algo desde este momento. NUNCA hemos estado -ni estaremos- en contra de las luchas y reinvindicaciones de los colectivos LGBTIQ+ (somos los primeros en apoyarlos al 100%), así como tampoco estaremos en contra de las reinvindicaciones del sexo femenino (igualmente las apoyamos al cien por cien), y estamos opuestos a la discriminación de cualquier tipo (racial, cultural, sexual, etc). Por tanto, lo que leerán a continuación no contradice esta declaración de principios que acabamos de hacer. ¡Gracias!

Significado en inglés de la palabra «shill» de acuerdo con el diccionario Merriam-Webster

Seguro habrán visto que recientemente ha habido una serie de cambios a nivel mundial, no sólo de la mano de legislaciones y nuevos paradigmas sociales, sino en uno de los pilares del entretenimiento colectivo como lo es el cine, que ha sufrido una transformación en términos de contenidos. Las historias ya no son contadas del modo «tradicional» como antes; ahora estamos ante la presencia de tramas donde se da importancia al género, a la raza o para usar un término de moda: la corrección política. De igual forma existe una presencia mediática mundial de expresiones como ESG, shill o woke que son el reflejo del estado actual de las cosas, y al mismo tiempo, muchos de los valores representados en estas palabras han sido rechazados por grandes sectores de la sociedad. ¿Polarización? Es posible. ¿Agendas políticas forzadas? Puede ser. ¿Ausencia absoluta de ideas y de creatividad? Sin duda.

Veamos cómo hemos llegado hasta este punto, empezando por un personaje del panorama cultural actual: el crítico shill.

Cuando la Crítica tiene un Costo

Gene Siskel y Roger Ebert, pioneros de la crítica cinematográfica como género televisivo.

Los críticos (y en el caso que nos ocupa, de cine) han sido parte del panorama cultural mundial. Tradicionalmente, son un grupo pequeño de personas que poseen cierto conocimiento del hecho cinematográfico (sean periodistas formados en la fuente cultural, personas participantes de la creación fílmica o espectadores con gusto por el Séptimo Arte) y que la mayor parte de las veces analizan y saben de qué están hablando (elementos como dirección, encuadres, fotografía, edición, actuación, etc.), además de tener un sentido de integridad profesional.

Puede que quienes los lean muchas veces no coincidan con sus opiniones, pero igual merecen respeto. A título personal, Quentin Tarantino ha servido como elemento de apreciación y discrepancia entre Alfredo Molina y quien les escribe; uno, porque no lo considera un gran cineasta, mientras que este servidor ha dicho públicamente que “Tarantino es Dios” (sic), y todavía lo sostengo.

«Tarantino es Dios«. No me da verguenza decirlo

En un espacio paralelo están los críticos en línea. En este caso casi siempre hay un límite sobre qué tan honestos pueden ser, debido a que muy pocos ofrecen algo más allá de la promoción gratuita a una película o estudio de cine en particular a cambio de privilegios; muchos críticos online son legítimos (caso de SensaCine, Nerdrotic, World Class Bullshitters o The Critical Drinker, por citar 4 de ellos que merecen mi respeto absoluto), pero hay algunos que entran en una categoría llamada “shill”.

Un crítico shill es una persona que ayuda a dar credibilidad pública a una persona u organización, sin aclarar que tienen una relación cercana o comercial -en muchos casos- con estos medios. Algunos de estos críticos pujan por tener acceso primario o temprano a la información, pero además tienen acceso a contenido exclusivo porque solo dicen las cosas correctas y no dirían una opinión contraria. Si una película fue mala, uno como crítico formal la vería y recomendaría a su audiencia evadirla a toda costa. Un crítico shill dirá todo lo contrario, rayando en lo exagerado para anunciarla como “the next best thing”.

«Star Wars – Episode VIII: The Last Jedi«, un film que dividió a críticos y público a partes iguales. Algunos fans de la saga denunciaron que las críticas venían patrocinadas por LucasFilm,Ltd. y Walt Disney Studios; o sea, crítcas shill.

Hace tiempo Collider (medio digital) atacó a fans y algunos críticos por el hecho de no gustarles la trilogía secuela de “Star Wars” (los Episodios VII, VIII y IX). Los ataques se dirigieron al hecho que los fans y buena parte del público detestó especialmente el Episodio VIII, y gravitaban la conversación digital hacia el personaje de Rey (interpretado por la actriz Daisy Ridley), diciendo que eran ataques misóginos, anti femeninos, etc. Muchas de estas opiniones de parte de Collider -con el aval del estudio- fueron para motorizar la conversación digital hacia los filmes, aplicando aquella máxima de Oscar Wilde: “De mi que hablen mal, pero que hablen”, a expensas de destruir una comunidad de fans existente desde mayo de 1977.

Cuando un crítico shill tiene un caos nervioso. (Video del canal de YouTube World Class Bullshitters)

Sin embargo, un crítico shill puede caer tanto en el purgatorio del ostracismo mediático, como también de los favores de quienes le dan acceso ilimitado. Hace tiempo, Christian Karloff -corresponsal de Collider- tuvo un caos nervioso via transmisión en vivo de YouTube debido a que no fue invitado a la apertura de la atracción de Star Wars, Galaxy’s Edge, en Disneylandia. Prácticamente se quejaba que había dedicado a ser un fan de Star Wars por 5 años (se nota que vio los filmes por compromiso, no por verdadero gusto) y que por el hecho de no haber sido invitado a la atracción, no iba a promocionarlo ni por Collider, ni por medios particulares, y que sería algo impensable para él pagar una entrada para asistir. Esto último me recuerda algo que escuché a alguien hace tiempo (antes del coronavirus) sobre que era afortunad@ de ir a las premieres de prensa de los filmes en el país porque de lo contrario, no podría ver una película en sala de cine por culpa de la inflación. Quizás no sonaría tan obvio, pero en cierta forma estaba admitiendo que estaba forzad@ a dar una opinión positiva -así el film fuese malo- porque, caso contrario, perdería ese privilegio y tendría que pagar por una entrada como cualquier mortal.

Si eso no es perder la integridad, la verdad no sabemos qué pueda ser.

Otro ejemplo de crítica shill: «Marvel Studios’ Captain Marvel«

Pero todo esto se vincula con algo que desde hace tiempo ha estado sucediendo socioculturalmente a nivel mundial, y que se puede resumir en las siguientes 3 palabas: el marcador ESG.

Complaciendo a Unos y Alienando a Otros

El estándar de responsabilidad social y empresarial del nuevo milenio: ESG

¿Se han preguntado por qué en el remake «live action» de «The Little Mermaid» o en el docudrama de Netflix sobre la Reina Cleopatra (que ha tenido un rating pésimo y una evaluación malísima por parte de la crítica), ambas protagonistas son afrodescendientes? ¿O que algunos personajes conocidos han tenido en tiempos recientes una reasignación de género o raza? Sí, es por el marcador ESG.

Desde la segunda década de este siglo cuando los grupos ecológicos, los colectivos LGBTIQ+ y gobiernos varios alrededor del mundo destacaban, muchos descubrieron que estos factores de la sociedad estaban empezando a tomar protagonismo en áreas como matrimonio entre personas del mismo sexo, defensa del medio ambiente e igualdad racial en derechos civiles, por citar varias causas nobles (sin duda, un «Signo de los Tiempos» como lo cantaba Prince en 1987). Ciertamente, estos grupos son personas con dinero en el bolsillo, algo a lo cual las empresas no son para nada miopes, muchas de ellas aplicando queerbaiting; esto es, generar un discurso a favor de colectivos LGBTIQ+ mientras hacen lobby con grupos políticos opuestos a los primeros.

Latas en forma de botella con los colores del arco iris. Un alianza entre Bud Light y la organización LGBTIQ+ GLAAD

Paralelo a esto, los grandes grupos de poder como sociedades de capital monetario o bancos de inversión como HSBC o JP Morgan, por ejemplo -en parte por la mala reputación que obtuvieron luego de la crisis financiera mundial de 2008- decidieron impulsar una nueva imagen de responsabilidad social y empresarial ante la sociedad. Es por ello que se estableció el marcador ESG, por las siglas en inglés de Enviromentalism (Medio Ambiente), Society (Sociedad) y Governance (Gobernanza). Este ranking evalúa si una empresa cumple con estos requisitos en una escala numérica de 0 a 100; si una empresa llega al 100 (la mayoría están entre 80 y 95), se traduce en una empresa 100% responsable. Debido a este marcador, las industrias y empresas que poseen un valor alto son más propensas a recibir préstamos e inyecciones de capital, necesarios para invertir en pagos de nóminas a empleados, accionistas, y demás elementos asociados al desempeño de una empresa, y así evitar quedar insolventes, porque el dinero ahora ya no viene de parte de los clientes sino de los centros de inversión.

La personalidad transgénero Dylan Mulvaney y Bud Light; un ejemplo de crisis de reputación de marca.

Esta valuación es más que estimada por las grandes compañías, incluso a expensas de alienar a sus clientes, sobre todo, los que han estado por años siendo fieles a una marca. En meses recientes, la embotelladora AB InBev (fabricante de la cerveza Budweiser), en un intento por potenciar su marca Bud Light, obtener un buen ranking en el marcador ESG y revitalizarla ante una audiencia joven que no está consumiendo cerveza, decidió usar como imagen de la misma en marzo a la personalidad transgénero Dylan Mulvaney en ediciones de la lata con su rostro, así como otras con los colores de la bandera arco iris.

Por tradición, la publicidad de cerveza en los Estados Unidos ha estado dirigida a un público masculino predominantemente heterosexual, con una imagen que pudiera resultar sexualizada y hasta anacrónica, pero que es un nicho de mercado seguro y viable. Esta nueva campaña considerando los valores del marcador ESG ha terminado por convertirse en una bomba que le estalló a la empresa, traducido en una baja de más del 50% en las ventas, videos virales donde las personas han evitado comprar o han botado el producto a la calle, expresando su rechazo a la nueva imagen de Bud Light. Pero además, los colectivos LGBTIQ+ también han criticado a la marca por no asumir una postura firme de defensa de Mulvaney. (Al momento de redactar estas líneas, las ventas de Bud Light han tenido una caída promedio mensual de 60%).

«Queen Cleopatra«, docuserie de Netflix que representa el fenómeno woke y que ha tenido críticas desfavorables.

En el universo del streaming ha sido notorio y público el rechazo en masa del docudrama de Netflix «Queen Cleopatra«, con una aprobación del público del 3%; la más baja en la historia del agregador Rotten Tomatoes. El motivo ha sido por un asunto de apropiación cultural (decir que el origen étnico de Cleopatra era africano cuando los estudios arqueológicos han determinado que su ascendiente era mediterráneo) y alteración radical de los hechos históricos. Tal ha sido el rechazo, que el gobierno egipcio ha interpuesto una demanda contra Netflix de 2 mil millones de dólares por daños y desagravio al país, además de presentar una carta pública ante la UNESCO por lo que consideran una distorsión y un engaño a la historia de Egipto. Muchos han visto en este docudrama dos factores de peso: una agenda woke destinada a dar un protagonismo forzado a afrodescendientes, y un proyecto de vanidad de parte de la actriz Jada Pinkett-Smith, quien además es la productora ejecutiva de la serie.

Ya que mencionamos la expresión woke, ésta es del inglés vernacular afro americano que significa «alerta ante el prejuicio y discriminación racial«. La misma surgió en la década de 1930, pero empezó a tener una visibilidad mayor luego del asesinato de Michael Brown en Ferguson, Missouri, en 2014, al ser popularizada por activistas del Black Lives Matter que buscaban crear conciencia sobre los tiroteos policiales contra afroamericanos. Desde 2020, muchos críticos han usado el término woke, a menudo de manera irónica, dirigido a movimientos e ideologías de izquierda identitaria percibidos como muy fanáticos o poco sinceros, que tienden a censurar radicalmente cualquier desviación de su perspectiva ideológica.

Kristen Stewart, Ella Balinkska y Naomi Scott en el fallido remake de «Charlie’s Angels» de 2019; un ejemplo de film con agenda woke.

Precisamente en la segunda década del siglo XXI el cine hollywoodense se dedicó a revisar y rehacer historias cambiando personajes, sustituyendo géneros y minimizando otros, en un esfuerzo por capitalizar el ambiente progresista que existía en los Estados Unidos durante la administración de Barack Obama, y el clima agitado que habitó el gobierno de Donald Trump. Fue en estos tiempos que aparecieron los remakes de «Ghostbusters» con un elenco femenino y «Charlie’s Angels» donde en este último los personajes masculinos eran los malos e ineptos, mientras que las protagonistas eran resilentes y empoderadas. En ambos casos los filmes fracasaron estrepitosamente, al igual que en 2022 los filmes de Disney «Lightyear» y «Strange World«, donde habían escenas y personajes que buscaban apelar a un auditorio LGBTIQ+, pero que fueron rechazados por el público (en especial por padres de familia), al considerar que estas producciones destinadas al público infantil daban un mensaje de tolerancia y de aceptación forzada, denigrando a aquellos que estuviesen en contra.

Adicionalmente, el film «Bros» de 2022 tuvo dos elementos, de entre muchos que atentaron contra su desempeño en taquilla, con todo y que tuvo la crítica a su favor: uno, dar importancia al elemento inclusión por encima del humor; y dos, un fallo de mercadeo al comecializarlo como la primera comedia romántica donde los protagonistas son 2 hombres, siendo este tipo de filmes asociado por años al género femenino, y donde las características del mismo apuntan a un final feliz donde la pareja protagónica es heterosexual. La intención no era mala, pero la comercialización del mismo y el rechazo del público hizo que fracasara durante su período en exhibición.

«Bros«, primera comedia romántica de temática gay, que fracasó en taquilla.

¿Habrá alguna Solución?

Una frase que ha marcado el fracaso de muchos proyectos: «Vuélvete woke y ve a la quiebra»

Si bien esta situación en el campo del entretenimiento lleva años sucediéndose y que como bien citamos al principio estamos 100% y totalmente de acuerdo con los derechos LGBTIQ+, en contra del racismo y la discriminación en todas sus formas, y a favor del empoderamiento femenino, de lo que estamos en contra es en el hecho de forzar los discursos y las agendas políticas a favor de unos y en detrimento de otros, en intercambiar géneros de personajes no como un ejercicio de creatividad sino como una excusa para sacar dinero, y en la vandalización de propiedades intelectuales o IP para estar bien con la sociedad a cuenta de alienar al público.

¿Cuál es la solución? Rescatar las buenas historias. No importa el género o preferencia sexual, la raza o cualquier otro ejemplo de operación política o social. Cuando una historia es buena, siempre estará su valor artístico por encima de la codicia, la ideología e incluso, de la sociedad. Y son estas las que perduran en el tiempo y se hacen inmortales en sus versiones originales o en adaptaciones que le hagan justicia.

El cine y el arte no deben tener agendas. Deben tener historias. Como debe ser.

Todos Tenemos un Precio

Anaís Maucó y Henry Soto como Camila y Mayor Roberts

Es cierto que buena parte de las obras y acciones que hacemos surgen de la necesidad, sea ésta material o emocional; por tanto puede resultar prepotente de nuestra parte el juzgar a otros por sus hechos. Bien lo cita el texto bíblico: “No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá”. Partiendo de esta afirmación, podemos decir que técnicamente no hay un bien o un mal en las acciones. Pero eventualmente las mismas pueden generar situaciones límite con consecuencias fatales. Es esta premisa la que sostiene “Me Vendí”, ópera prima del director Dorian Ortiz.

Basado en un episodio real que es más cotidiano de lo que creemos, el film nos muestra a Camila, quien pasa por una circunstancia económica difícil derivada de un pasado donde la figura paterna era ausente y la materna poco más que complicada. A raíz de una conocida, llega a familiarizarse con el contenido para adultos que se comercializa en medios digitales y redes sociales, viendo con ello un alternativa económica de muy alta remuneración que le permita generar ingresos extra para ayudar a los suyos y tener una mejor calidad de vida. En el camino la necesidad inicial se transforma en codicia y ambición de querer más, y es este mismo fin el que la lleva a una situación sin control donde quedará en una doble posición de empoderamiento de su propio yo en principio, y de indefensión en última instancia.

Como ya se mencionó, esta viene a ser la ópera prima del director Dorian Ortiz quien también escribió el guión. Para no tener experiencia previa en el trabajo de dirección, Ortiz crea un lenguaje visual que se aleja de las tomas estáticas y casi inertes características de cierto cine venezolano para ubicar la cámara como la verdadera protagonista del film donde los actores se desplazan y transmiten su emociones en función de cómo esté ubicada la misma y hacia dónde se dirija.

Del mismo modo, el guión refleja la realidad del mundo del entretenimiento para adultos sin caer en el morbo excesivo o en el erotismo gratuito (de hecho, este film con todo y su carga erótica presente, no va más allá de mostrar senos, para despecho de quienes busquen desnudos frontales). Hay quienes han visto en la obra una reiteración de un discurso misógino, de explotación contra la mujer por el hecho de mostrar violencia contra las actrices, aparte de dejarse llevar por lo que no se ve o se insinúa (algo por lo que también pasó el film “Jezabel” de Hernán Jabés, estrenado este mismo año), pero la realidad es que aun en las situaciones de indefensión, las protagonistas se muestran dominantes del momento, todo ello a partir del texto que logra conectar con el público una vez que se deja adentrar en la historia.

La fotografía busca mediante close ups, contraplanos y destellos o “flares”, crear un aura de oscuridad y claridad a partes iguales; cabe destacar una escena donde se ve una escalera con un tramo iluminado y el otro en sombras donde uno no solapa al otro. Del mismo modo, la edición nos lleva por el mundo “real” del día a día de una persona y el mundo “distorsionado” que implica el comercio del contenido para adultos, mientras que la música busca transmitir emociones in extremis, de la calma al frenetismo, del deseo al riesgo.

Anaís Maucó desarrolla el protagónico de Camila con dicotomías: fuerte por el hecho de ser la que genera el contenido a ser consumido, y débil por sus conflictos de origen y por el derrotero que le llevará a confrontarse con su propia existencia. Dos veteranos como Henry Soto y Renato Gutiérrez construyen sus personajes del policía Mayor Roberts y Abel, respectivamente, buscando ir más allá del estereotipo del malo para reflejar seres humanos con virtudes y defectos, aunque los segundos dominen más que los primeros. Y el resto del elenco desempeña sus papeles con mucha soltura y carisma, pero también con profundidad de personajes y de emociones.

«Me Vendí» viene a convertirse en una lección de que no todo lo que se ve en las redes sociales es perfecto, que las apariencias engañan, que la ambición sin moral lleva a la corrupción y que el único juez de nuestras acciones son Dios y nosotros mismos. Al final, todos tenemos un precio. ★★★★★ de un máximo de ★★★★★

P.D.: El final sin duda no deja a nadie con la boca cerrada.

42 Años Terminan Hoy

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25 de mayo de 1977. Este día será recordado por ser el momento en que la forma como se hace y como se observa al cine cambiaron para siempre con el estreno de “Star Wars”, dando inicio con ello (particularmente este primer film que desde 1997 se llama “Star Wars – Episode IV: A New Hope” y que, ajustado a la inflación, es el segundo más taquillero de todos los tiempos por detrás de “Gone With The Wind”), al cine como elemento de entretenimiento puro, rememorando lo que era el sistema de estudios del pasado, pero con el nuevo espíritu del New Hollywood, además de establecer el parámetro para las superproducciones de ahora. Ciertamente, “Avengers Endgame” y muchas otras grandes producciones le deben mucho a la saga intergaláctica creada por George Lucas.

 

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Esta tendría su primera culminación con los Episodios V y VI en 1980 y 1983; respectivamente “Star Wars – Episode V: The Empire Strikes Back” y “Star Wars – Episode VI: Return Of The Jedi”, para luego volver en 1999, 2002 y 2005 de la mano de los filmes de la precuela; a saber: “Star Wars – Episode I: The Phantom Menace”, “Star Wars – Episode II: Attack Of The Clones” y “Star Wars – Episode III: Revenge Of The Sith”. Por un tiempo se creía que no se iba a mencionar más de estas historias, con todo y la existencia de un tratamiento para 3 filmes posteriores al Episodio VI que data desde los primeros borradores en 1973, hasta que con la compra de Lucasfilm, Ltd. por parte de Walt Disney Studios en 2012 se decidió llevar a la pantalla dichas producciones, con opiniones muy dispares: unos alabando la vuelta a este universo, otros condenando estas películas por traicionar el espíritu de los fans que vienen desde más de 3 generaciones en aras de la corrección política de estos tiempos, y todos en consenso acerca del tono nostálgico y por momentos, falto de originalidad en términos de anclarse en el pasado, llevando incluso a bajas recaudaciones por taquilla en el caso de “Solo – A Star Wars Story”, y todo lo contrario en “Rogue One – A Star Wars Story”. Esto fue evidente desde 2015 con “Star Wars – Episode VII: The Force Awakens”, “Star Wars – Episode VIII: The Last Jedi” y en el caso que nos ocupa hoy, “Star Wars – Episode IX: The Rise Of Skywalker.”

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Las acciones en esta oportunidad se desarrollan a partir de lo que quedó en el Episodio VIII: Rey en búsqueda de su origen y su destino como la última de los jedi y aprendiendo más sobre el poder de La Fuerza, Poe y Finn como los sidekicks de Rey, más aun que los androides BB-8, C3PO o R2-D2, o el nuevo integrante BO, Leia como última en el linaje Skywalker, y Ben Solo/Kylo Ren en búsqueda de recobrar su poder en el Lado Oscuro de la Fuerza que lo llevará a las regiones ocultas de Exegol donde reaparece alguien que se tenía por muerto hace más de 35 años; a saber, el Emperador Palpatine quien terminó creando una flota imperial en un esfuerzo último por conquistar la galaxia, conquista que será enfrentada por la Resistencia. Y en el proceso personajes aparecen y desaparecen, Lando Calrissian regresa al mando del Millennium Falcon, hasta llegar al punto definitivo que dio origen a esta épica, es decir, la lucha del bien contra el mal y su victoria definitiva.

 

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Agregar algo más a la dirección de J. J. Abrams sería redundar. El padre de los flares ha vuelto en forma para tratar de enmendar el entuerto que para muchos hizo Rian Johnson en el film previo, retomando lo que fue el Episodio VII en términos de estética y sensibilidad en el manejo de actores y situaciones que, para muchos era un reciclaje de la forma de dirigir de George Lucas, pero con muchas tomas panorámicas, gran angulares y breves instantes de zoom ins en casos puntuales, sin descartar los resplandores que se meten dentro de la lente; es decir, flares.

 

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Este estilo de dirección viene dado por el guión que es firmado por el propio Abrams junto a Chris Terrio, que si bien tiene sus puntos altos, posee baches y vacíos en cuanto a resolución de situaciones, escenas superfluas y exceso de detalles con la pura intención de complacer a fans y a críticos por igual, amén de tratar de recuperar aquellos que abandonaron la saga por los factores antes mencionados, así como a nuevas generaciones que no se conectan con estos filmes, a favor de otras producciones con un tempo más actual, cual es el cine de superhéroes.

 

 

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Sin duda que esta saga sin efectos especiales no se llamaría “Star Wars”, por lo que el exceso en el uso de los mismos está más que justificado; no son estelares, pero son los correctos. La fotografía busca en ese aspecto hacer visualmente natural lo que por origen es virtual, al tratar de ubicar una paleta cromática fría en un 70% del total del film contra un 30% de matices cálidos, prácticamente se va de un extremo visual al otro casi en cada corte de edición que, como es costumbre, hace transiciones en desvanecimiento de la pantalla al igual que cortes breves en las secuencias de batallas. De igual forma que en lo visual, lo musical es retomar todo el trabajo previo de John Williams para hacer una suerte de mezcla de elementos y leit motifs musicales de los 8 episodios que anteceden.

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En las actuaciones, es repetir lo ya conocido, cada quien en su rol harto conocido: Mark Hamill, Carrie Fisher, Harrison Ford, Daisy Ridley, Oscar Isaac, John Boyega, Domhnall Gleeson, Ian McDiarmid, Billy Dee Williams, Lupita Nyong’o, junto con la adiciones de Keri Russell y Naomi Ackie, quienes dan un marco particular al todo del film. Más sin embargo hay que mencionar en forma especial Adam Driver en su rol de Ben Solo/Kylo Ren quien en esta oportunidad se aleja del perfil Lado Oscuro-emo imberbe que hizo en los filmes previos para tener en este último episodio algo de más profundidad actoral, incluso, con matices en su rango emocional.

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Star Wars – Episode IX: The Rise Of Skywalker” viene en definitiva a ser un final correcto, más no espectacular o emocional del que muchos esperábamos. Dentro del canon de esta serie de 3 filmes posteriores a la saga original, éste sería el mejor de los 3 y el peor de los 3 a partes iguales. 42 años de experiencia cinematográfica llegan a su final, y en buena medida el viaje ha valido la pena. ★★★ y ¾ de un máximo de ★★★★★

 

Lucasfilm Ltd presenta. Un film de J.J. Abrams. “Star Wars – Episode IX: The Rise Of Skywalker.” Dirigida por J.J. Abrams. Escrita por J.J. Abrams y Chris Terrio. Historia creada por Derek Connolly, Colin Trevorrow, Chris Terrio y J.J. Abrams. Basada en personajes y en la historia creada por George Lucas. Dirección de fotografía por Dan Mindel, A.S.C., B.S.C. Música por John Williams. Editada por Maryann Brandon, A.C.E. y Stefan Grube. Diseño de producción por Rick Carter y Kevin Jenkins. Efectos visuales y animación por Industrial Light & Magic. Diseño de vestuario por Michael Kaplan. Reparto por Nina Gold, C.S.A., C.O.G. Producción ejecutiva por Callum Greene, Tommy Gormley y Jason McGatlin. Producida por Kathleen Kennedy, P.G.A., J.J. Abrams, P.G.A. y Michelle Rejwan, P.G.A. Protagonistas: Mark Hamill (Luke Skywalker), Carrie Fisher (Princesa Leia Organa), Harrison Ford (Han Solo), Adam Driver (Ben Solo/Kylo Ren), Daisy Ridley (Rey), John Boyega (Finn), Oscar Isaac (Poe Dameron), Lupita Nyong’o (Maz Kanata), Ian McDiarmid (Emperador Palpatine), Domhall Gleeson (General Hux), Anthony Daniels (C-3PO), Kelly Marie Tran (Rose Tico), Joonas Suotamo (Chewbacca), Richard E. Grant (General Pryde), Naomi Ackie (Jannah), Keri Russell (Zorii Bliss), Billy Dee Williams (Lando Calrissian), Warwick Davis (Wicket W. Warrick) y Dominic Monaghan (Beaumont). 2019. Duración: 141 minutos.

Falta De Justicia. Intolerancia. Tres Vallas.

 

Tomar la justicia por sus propias manos.” Esta frase tan de uso diario suele emplearse cuando los mecanismos del orden fallan en cumplir su misión y las personas deciden asumir esta responsabilidad con resultados nefastos la mayoría de las veces. Pero en otras oportunidades, basta con denunciar públicamente la falta de justicia para que actos de intolerancia se desaten entre las partes, tengan o no la razón. Un pensamiento que se desprende luego de ver “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri”, de Martin McDonagh.

 

 

Esta denuncia es asumida por el personaje de Mildred, divorciada y madre de dos hijos quien siete meses antes perdió a su hija cuando fue raptada, violada y asesinada. Al darse cuenta que la policía de Ebbing, Missouri no había dado con los culpables ni avanzado nada en su investigación, decide contratar a una agencia de publicidad local para rentar por un año 3 vallas abandonadas a las afueras del pueblo publicando un mensaje en cada una, con el fin de llamar la atención de los habitantes acerca de la ineficiencia del cuerpo de policía, más preocupado en agredir y detener a personas de color que a resolver un asesinato. Ante este acto y sin buscarlo, se desatan las pasiones que se entremezclan con los dramas personales de los protagonistas que van desde enfermedades terminales hasta mal manejo de la ira; elemento último que surge a raíz de la intolerancia.

 

 

Un tema tan delicado es asumido por Martin McDonagh en su cuarto film como director y conocido por nosotros por la EXTRAORDINARIA “In Bruges” (o como la llamamos en más de una ocasión: “In Fucking Bruges”). El trabajo de éste realizador tiende hacia el naturalismo que imprime el entorno, lleno de grandes paisajes y lugares íntimos, muy de la Norteamérica actual de la “mayoría silenciosa” como citó en su época Richard Nixon. Más que un trabajo de dirección, McDonagh apunta a ser más un cronista con cámara en mano que alguien conduciendo las acciones.

 

 

Esta dirección plana si se quiere, viene de la mano del guión firmado por éste mismo director donde los eventos se van desatando en una relación de causa-efecto; por cada acción una reacción. Sin embargo, y a diferencia de su excelente texto para “In Fucking Bruges”, en “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri” el texto tiende por momentos a irse por el lado del maniqueísmo, donde las fuerzas del orden son los malos y hay que castigarlos, mientras que la población es buena (en el espíritu del “buen salvaje”) y no hay que tocarlos ni con el pétalo de una rosa, muy en sintonía con el clima actual de la Norteamérica de Donald Trump, donde la polarización está a la orden del día. Y quizás esto es lo afecta al film como un todo; en vez de generar empatías hacia un lado u otro, apunta a que el espectador tome una postura sin adentrarse en los matices de los personajes.

 

 

Aun con este factor que afecta el trabajo directoral, la fotografía se regodea del paisaje en tonos sin filtros, sino con la imagen como protagonista, al punto de existir momentos donde la oscuridad domina la pantalla y los colores apenas sobresalen. La edición es lineal, con breves saltos al pasado reciente para entender las reacciones y la culpa que puede tener el protagonista ante los hechos acaecidos. Y lo musical va desde pasajes incidentales sutiles, pasando por arias de ópera hasta temas country que se mezclan con el entorno visual.

 

 

Frances McDormand viene a ser una de las dos cosas buenas que tiene el film. Su retrato de Mildred es crudo, fuerte, con poco espacio para pasajes tiernos, un poco como consecuencia de lo que ha tenido que padecer. Woody Harrelson construye su personaje del Jefe Willoughby a medio camino entre la ley y el sentimiento en un comienzo, anticipando lo que vendrá después y que cambiará la dinámica de las acciones. Sam Rockwell es la segunda mejor cosa que tiene este film. Su construcción del personaje de Oficial Dixon gravita entre la dejadez en su día a día y la pasión que raya en la furia sin control cuando las cosas no salen como desea, un excelente desarrollo del personaje, sin duda. Abbie Cornish crea a Anne, esposa de Willoughby, compasiva y serena para transformarse luego en un ser abatido por el dolor. Y Peter Dinklage hace a James como un soporte para el personaje de Mildred ante el caos que se genera por sus acciones.

 

 

Three Billboards Outside Ebbing, Missouri” busca en principio retratar un hecho que a cualquiera le puede pasar y la forma de tomar acción positiva ante la ineficiencia de los entes oficiales, pero en última instancia se decanta por catalogar a buenos y malos in extremis. En la vida hay matices, hay tonos de gris; no todo es blanco y negro. ★★★ y ¾ de un máximo de ★★★★★

 

 

Fox Searchlight Pictures y Film 4 presentan. Una producción Blueprint Pictures. Un film de Martin McDonagh. “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri.” Escrita y dirigida por Martin McDonagh. Dirección de fotografía por Ben Davis, B.S.C. Música por Carter Burwell. Edición por Jon Gregory, A.C.E. Diseño de producción por Inbal Weinberg. Diseño de vestuario por Melissa Toth. Reparto por Sarah Halley Finn, C.S.A. Co-producida por Ben Knight. Producción ejecutiva por Bergen Swanson, Diarmuid McKeown., Rose Garnett, David Kosse y Daniel Battsek. Producida por Graham Broadbent, Peter Czernin y Martin McDonagh. Protagonistas: Frances McDormand (Mildred), Woody Harrelson (Oficial Willoughby), Sam Rockwell (Dixon), Abbie Cornish (Anne), Lucas Hedges (Robbie), Željko Ivanek (Sargento), Caleb Landry Jones (Red Welby), Clarke Peters (Abercrombie), Samara Weaving (Penelope), Kerry Condon (Pamela), Darrell Britt-Gibson (Jerome), con John Hawkes (Charlie) y Peter Dinklage (James). 2017. Duración: 115 minutos.

Primer Amor. Primera Decepción.

 

Hay quien afirma que el primer amor nunca se olvida, y extensivo de este pensamiento la primera decepción siempre se recuerda. Los motivos para esto último son variados: desde incompatibilidad de caracteres que pueden afectar la relación por mucho amor que pueda existir, hasta el factor de relacionarse en una época y tiempo que no son los más adecuados para ello. Un poco de esto y un poco de lo otro es lo que puede observarse en el film “Call Me By Your Name” de Luca Guadagnino.

 

 

Basada en la novela homónima de André Aciman, la película tiene como primer elemento a Elio, joven de 17 años, con aspiraciones musicales, hijo de padres con ascendencia judía, franco italiana que está despertando a la sexualidad junto a su amiga Marzia en el marco de la Italia lombarda de comienzos de la década de los 80. Este entorno se ve modificado al llegar a la villa donde pasa el verano Oliver, estudiante del último año de Arqueología con un ávido interés por la cultura greco romana y helénica. De un primer momento donde ambos personajes no tienen nada en común, pasan a otro donde entran la seducción, la carnalidad y eventualmente, el amor entre ambos; mismo que como el momento terminará como termina el verano, con el sabor que puede existir en la decepción y el deseo por el ser amado.

 

 

Este material sobre el amor que no puede culminar bien es la base para que Luca Guadagnino se destaque con un trabajo de dirección lírico, estéticamente limpio y tan artístico que puede rayar casi en lo turístico como una gran postal de viaje; algo así como mezclar “Under The Tuscany Sun” con Paolo Sorrentino, si bien Guadagnino no llega a las cuotas literato-estéticas que se observan en “La Grande Bellezza”.

 

 

Quizás esta labor de dirección correcta -más no perfecta- se deba a la adaptación del guión a cargo de James Ivory, quien pondera los diálogos sencillos, simples si se quiere, por encima de una declaración frontal del amor con todo y su componente prohibido por ser ambos del mismo sexo. Y este factor es lo que diferencia a “Call Me By Your Name” de otras producciones de igual temática como “Maurice” del propio Ivory, “Brokeback Mountain” de Ang Lee, “Carol” de Todd Haynes o esa joya llamada “Moonlight” de Barry Jenkins; filmes donde si bien existe el elemento closet de una relación homosexual, terminan por ser documentos del amor por encima de las circunstancias, si bien dos de estos no culminan satisfactoriamente. Visualmente, el film posee una fotografía estéticamente sobria, con énfasis en que la luz natural y las sombras sean las protagonistas junto con el entorno, destacando muchos paisajes, encuadres de magazine y cero uso de filtros. La edición se convierte en un vehículo para que las acciones lleguen a la intención del guión, siendo muy lineal que raya en lo bucólico, bastante para lo que tradicionalmente se estila como un film romántico. Y lo musical gravita entre lo académico, el pop de comienzos de los 80 y los pasajes incidentales que complementan el entramado.

 

Armie Hammer construye su personaje de Oliver con un aura de autosuficiencia y confianza que oculta sus intenciones amorosas. Timothée Chalamet hace a Elio pleno de exultación y hormonas, con mucho deseo por ser correspondido y un dejo de melancolía por lo que quiere pero no puede ser. Michael Stuhlbarg crea un profesor y padre de Elio como todo un baluarte de intelectualidad y al mismo tiempo de aceptación, tolerancia y compasión, del mismo modo que lo hace Amira Casar como la madre; de hecho, ambos personajes son una rara avis dentro del marco de la historia. Y Esther Garrel representa a Marzia con energía, pasión y frescura, algo diferente si se compara con el resto del reparto.

 

 

En definitiva, “Call Me By Your Name” puede interpretarse como una recreación de ese descubrir el deseo hacia otra persona, sin importar su género. Un momento capturado en lugar de una declaración de amor frontal. Y un instante que se queda en la memoria de dos personas. El amor a veces no dura para siempre. ★★★★ de un máximo de ★★★★★

 

 

Sony Pictures Classics presenta en asociación con Memento Films International, RTFeatures y Myra Entertainment. Una coproducción Frenesy Film y La Cinéfacture en asociación con Morato Pane, s.p.a., Faram 1957, s.p.a., Armando De Angelis, s.r.l. y Cinefinance Italia, s.r.l., en sociedad con Water’s End Productions. Regione Lombardia y Regione Lazio. Un film de Luca Guadagnino. “Call Me By Your Name.” Dirigida por Luca Guadagnino. Escrita por James Ivory. Basada en la novela homónima escrita por André Aciman. Dirección de fotografía por Sayombhu Mukdeeprom. Supervisión musical por Robin Urdang. “The Mystery Of Love” y “Visions Of Gideon” escritas e interpretadas por Sufjan Stevens. Editada por Walter Fasano. Diseño de vestuario por Giulia Piersanti. Diseño de producción por Samuel Deshors. Producción ejecutiva por Naima Abed, Margarethe Baillou, Tom Dolby, Nicholas Kaiser, Sophie Mas, Francesco Melzi d’Eril, Lourenço Sant’Anna y Derek Simonds. Producida por Emilie Georges, Luca Guadagnino, James Ivory, Marco Morabito, Howard Rosenman, Peter Spears y Rodrigo Teixeira. Protagonistas: Armie Hammer (Oliver), Timothée Chalamet (Elio Perlman), Michael Stuhlbarg (Mr. Perlman), Amira Casar (Annella Perlman), Esther Garrel (Marzia), Victoire Du Bois (Chiara), Vanda Capriolo (Mafalda), Antonio Rimoldi (Anchise), Elena Bucci (historiadora de arte), Marco Sgrosso (Nico), André Aciman (Mounir) y Peter Spears (Isaac). 2017. Duración: 132 minutos.

“Nada Tengo Que Ofrecer, Salvo Sangre, Sudor, Lágrimas Y Fatiga”

 

9 de mayo de 1940. En ese instante han transcurrido 8 meses desde la invasión nazi a Polonia y el inicio de la II Guerra Mundial, donde buena parte de Europa Central ha caído bajo el régimen de Adolf Hitler, con la amenaza de expandir su mandato de terror hacia el Oeste con Holanda, Bélgica y Francia en la mira de la Luftwaffe, los Panzer y los soldados alemanes, para atravesar el Canal de la Mancha y llegar a Inglaterra. Luego de un fallo de diplomacia por parte de Eduardo y Wallis Simpson, Duques de Windsor, al visitar Alemania 2 años antes demostrando simpatías hacia los nazis y ante el fracaso del gobierno para evitar la expansión de la guerra por parte del Primer Ministro Neville Chamberlain, el Parlamento, el Rey Jorge VI y el pueblo británico necesitan de alguien que comande al país en este período de tribulación, de terror, pero también de esperanza, de paz, de victoria. Este líder es Sir Winston Churchill, donde su vida y su respuesta ante estos acontecimientos son la base para el film de Joe Wright, “Darkest Hour.”

 

 

A partir de la fecha mencionada en el párrafo previo observamos el regreso de Churchill a la arena política; ésta vez al mando del gobierno desde el mismo instante que acepta el cargo por solicitud del Rey, integra su gabinete de guerra y debe enfrentar el asedio nazi contra todas las fuerzas militares británicas acantonadas en Dunquerque, Francia. Además de esto, también observamos la idiosincrasia y excentricidades de Sir Winston, la relación con su esposa y su familia, sus tribulaciones ante la empresa que ha asumido, así como las intrigas en su gabinete y en el Parlamento, y el vínculo tan especial que él tuvo con el pueblo llano, dispuesto a defender su país contra cualquier amenaza, fuese Hitler o cualquier otra fuerza invasora.

 

 

No es la primera vez que Joe Wright asume la dirección de un film de época; ya es un profesional en trasladar a la pantalla períodos históricos desde su adaptación en 2005 de la novela de Jane Austen “Pride & Prejudice”, hasta la aclamada “Atonement” de 2007 (donde hace un guiño a la II Guerra Mundial). Lo que diferencia a “Darkest Hour” del anterior se encuentra en que en este último film no asume el combate en el frente –éste se ve desde la cómoda distancia que aporta la ventanilla de un avión- sino los procesos diplomáticos, políticos y personales que afectan a las personas ante la inminencia de una guerra tan cercana que afecta el sentir colectivo; un material donde Wright se siente en su medio al hacer un trabajo de dirección competente, manteniendo en todo momento el ritmo y el tiempo, logrando plasmar en cámara el sentimiento de los actores y del entorno, generando cercanía en el espectador.

 

 

Esta labor tan competente se logra gracias al guión firmado por Anthony McCarten donde disecciona con precisión milimétrica este período de la historia británica y mundial con un importante equilibrio entre comedia y drama, respetando los sucesos acaecidos. Adicional a lo anterior, la fotografía juega con las figuras en contraluz y los claroscuros acentuados que se observa inclusive en las escenas en exteriores, plenas de una luz gris, mortecina. La edición tiende a ser secuencial, con énfasis en plasmar los hechos tal como sucedieron, sin hacer que el film parezca una clase de Historia. Y la música, lejos de apelar al sentimentalismo barato, apunta hacia una exaltación del espíritu de lucha y determinación del pueblo inglés en su lucha por la victoria.

 

 

En lo actoral, Kristin Scott Thomas hace una representación al calco de Clementine Churchill apegada al personaje real, con sus momentos de alegría y reflexión, como una piedra de apoyo para su esposo ante la importancia del cargo asumido. El Jorge VI representado por Ben Mendelsohn se diferencia de la actuación hecha por Colin Firth del mismo personaje en “The King’s Speech” en que ahora el Rey de Inglaterra debe asumir el mando moral y militar del Imperio ante la amenaza de su destrucción; ahora el Rey es más fuerte, más seguro. Lily James hace de secretaria de Churchill con un registro interesante en la evolución de su trabajo: de insegura al principio, llega a convertirse por las circunstancias en alguien con fuerza y firmeza en sus convicciones. Y Roland Pickup en su papel de Neville Chamberlain simboliza el orden por el mundo previo a la guerra y el fracaso por alcanzar la paz. Por último, y tal como hicimos en su oportunidad con Isabelle Huppert y el film “Elle”, solo tenemos varias palabras en una línea, en negritas y mayúsculas corridas.

 

 

GARY OLDMAN ES ¡FANTÁSTICO! ¡ÚNICO! ¡COMPLEJO! ¡NINGUN ACTOR COMO ÉL! ¡GARY OLDMAN ES SIR WINSTON CHURCHILL!

 

 

“Darkest Hour” se entiende, en definitiva, como un alegato a favor de la lucha por la libertad y la paz ante las tribulaciones del mundo. Un reflejo de cómo una persona puede comportarse ante la mayor de las dificultades. Y un excelso trabajo realizado por Gary Oldman y Joe Wright. Con coraje y determinación, la victoria siempre será alcanzada y la paz reinará por muchos años. ★★★★ y ¾ de un máximo de ★★★★★

 

 

Focus Features presenta en asociación con Perfect World Pictures. Una producción Working Title. Un film de Joe Wright. “Darkest Hour.” Dirigido por Joe Wright. Escrito por Anthony McCarten. Dirección de fotografía por Bruno Delbonnel, A.F.C., A.S.C. Música por Dario Marianelli. Editada por Valerio Bonelli. Diseño de producción por Sarah Greenwood. Diseño de vestuario por Jacqueline Durran. Producción asociada por Katherine Keating. Producción ejecutiva por James Biddle, Liza Chasin y Lucas Webb. Producida por Tim Bevan, Lisa Bruce, Eric Fellner, Anthony McCarten y Douglas Urbanski. Protagonistas: Gary Oldman (Sir Winston Churchill), Kristin Scott Thomas (Clementine Churchill), Ben Mendelsohn (Rey Jorge VI), Lily James (Elizabeth Layton), Ronald Pickup (Neville Chamberlain), Stephen Dillane (Edward Wood, 3er Vizconde de Halifax), Nicholas Jones (John Simon, 1er Vizconde de Simon), Samuel West (Anthony Eden), David Schofield (Clement Attlee), Richard Lumsden (Mayor-General Hastings Ismay), Malcolm Storry (General Sir Edmund Ironside), Hilton McRae (Arthur Greenwood), Benjamin Whitrow (Sir Samuel Hoare) y Joe Armstrong (John Evans). 2017. Duración: 125 minutos.

Un Desastre Que Se Convierte En Culto

 

Directores de cine buenos ha habido a lo largo de más de 100 años de industria cinematográfica. Maestros de las artes visuales un poco menos, pero siempre están presentes a la hora de evaluar un producto fílmico. Pero por cada grupo grande de realizadores, existe otro mucho más reducido que, bien por consenso general de crítica y público o por ser su trabajo muy por debajo de los estándares de lo bueno o lo excelente, entran en la categoría de malos directores que terminan siendo objeto de culto por ciertas audiencias. Por mencionar 3 tenemos a: Uwe Boll (para muchos un terrorista del cine), Ed Wood (alguien que comparaba su obra con la de Orson Welles y que por años hizo para muchos la peor película de la historia: “Plan 9 From Outer Space”) y quien nos ocupa en esta ocasión: Tommy Wiseau con su film de 2003 “The Room” y que ha sido objeto de disección por parte de James Franco de frente y tras la silla del director en su obra “The Disaster Artist.”

 

 

Las acciones nos llevan en principio al año 1998 cuando se conocen en un teatro Wiseau y Greg Sestero; ambos con aspiraciones actorales influenciados por la primera generación del Actor’s Studio que hizo famosos a Marlon Brando y James Dean. En búsqueda de hacer su sueño común una realidad se mudan a Los Ángeles donde mientras uno termina reclutado por una agencia de talentos con la promesa de papeles en TV y secundarios en filmes, el otro pasa penurias al no encontrar oportunidades. Más en un momento de iluminación, Wiseau calibra que si la industria no le da el chance de estar en películas, él junto con su amigo y una banda de iconoclastas underground, escribirá, producirá, dirigirá y protagonizará su propia producción: “The Room”. En consecuencia, “The Disaster Artist” nos muestra el detrás de cámara de la que para muchos es la “peor película de la historia”, pero que en última instancia se transformó en una obra de culto, y no por las intenciones que tenía en mente Tommy en un principio.

 

 

Hay que recordar que no es la primera vez que James Franco se encuentra con la figura de James Dean; de hecho, su carrera despegó al representarlo en un biopic dirigido por Mark Rydell para la cadena de televisión TNT. Tampoco es su primera experiencia tras la cámara ya que debutó como tal en 2005 con el film “The Ape”, aun cuando se ganó el respeto de la crítica con el trabajo parte ficción, parte documental “Interior. Leather Bar” que es una re imaginación de una escena censurada del film de William Friedkin “Cruising” de 1980. Más en esta ocasión el nivel de dirección que Franco le imprime lo hace destacarse por ser él mismo una suerte de outsider al ser asociado por el público más como un actor que como un director, sobre todo al ser ubicado en esta tendencia de los últimos años de filmes donde destaca la figura del bromance (relaciones fraterno amistosas de personajes de sexo masculino sin tintes sexuales) con similares como Seth Rogen, Michel Cera, Judd Apatow o Jonah Hill. Es precisamente ese espíritu outsider el que abunda en “The Disaster Artist” donde casi en tono reverencial celebra el proceso creador en el cine, sin importar si el resultado final es terrible o excelso; lo que cuenta es que exista, y es eso mismo lo que destaca Franco tras la cámara: creatividad por encima de lo que se acepta como calidad.

 

 

Esta –si se quiere- labor de amor está respaldada por un guión firmado por Scott Neustadter y Michael H. Weber en base a la crónica del proceso de producción de “The Room” escrita por el propio Greg Sestero junto a Tom Bissell, donde se mide a partes iguales la comedia en tono camp del proceso creador de un film cualquiera (no importa que sea una superproducción de millones de dólares o una obra indie de presupuesto limitado; todas tienen sus momentos absurdos) y el drama derivado de la no aceptación de la industria por lo diferente, lo único que Tommy Wiseau tiene como personaje. La dirección de fotografía capta con una cámara en clave natural el entorno detrás de una película, sus detalles, el día a día, así como el universo personal de cada protagonista, sus tribulaciones, sus aspiraciones. La edición tiende a ser lineal, sin sobresaltos, en clave cronológica desde el día 1 hasta el día del estreno del film. Y lo musical viene dado por una banda sonora que va de los 80 a los 90 con soltura y gracia, desde Rick Astley a Corona.

 

 

Dave Franco hace un Greg Sestero pleno de aspiraciones y deseos por convertirse en una gran estrella, si bien no sea del modo como él soñaría. James Franco asume el rol de Tommy Wiseau rayando entre la caricatura y la realidad, exponiendo un universo pleno de matices si bien nadie conoce su historia de vida. Seth Rogen pasa de supervisor de guión a director de facto del film con una aspiración en ser un Alfred Hitchcock del nuevo milenio; el detalle está en si lo es. Ari Graynor representa a una de las actrices de “The Room” en principio como la visión de ese papel que la catapulte a la fama para luego darse cuenta que lo puede ser bajo otra óptica. Y Josh Hutcherson retrata a alguien que como muchos, aspira a ser como Sestero: un gran actor, en una producción “peculiar.”

 

 

En última instancia, “The Disaster Artist” se convierte en un ejercicio de creación de una obra que puede ser la peor para muchos, pero una maravilla para otros. Un ejemplo que entre gustos y colores no han escrito los autores. Y una gran producción de James Franco tras la silla del director. Al final, no todos los desastres son malos. ★★★★ y ½ de un máximo de ★★★★★

 

 

Nota importante: Les recomendamos quedarse hasta el último crédito del film, ya que hay una escena post créditos importante y divertida.

 

 

A24 y New Line Cinema presentan en asociación con Good Universe. Una producción Point Grey/Ramona Films. Un film de James Franco. “The Disaster Artist.” Dirigida por James Franco. Escrita por Scott Neustadter y Michael H. Weber. Basada en el libro «The Disaster Artist: My Life Inside The Room, the Greatest Bad Movie Ever Made» escrito por Greg Sestero y Tom Bissell. Dirección de fotografía por Brandon Trost. Música original por Dave Porter. Editada por Stacey Schroeder. Diseño de producción por Chris L. Spellman. Reparto por Rich Delia, C.S.A. Diseño de vestuario por Brenda Abbandandolo. Producción ejecutiva por Richard Brener , Michael Disco, Joe Drake, Toby Emmerich, Nathan Kahane, Kelli Konop, Roy Lee, Alexandria McAtee, John Powers Middleton, Dave Neustadter, Scott Neustadter, Hans Ritter, Michael H. Weber y Erin Westerman. Producida por James Franco, Evan Goldberg, Vince Jolivette y Seth Rogen. Protagonistas: Dave Franco (Greg Sestero/»Mark»), James Franco (Tommy Wiseau/»Johnny»), Seth Rogen (Sandy Schklair), Ari Graynor (Juliette Danielle/»Lisa»), Josh Hutcherson (Philip Haldiman/»Denny»), Jacki Weaver (Carolyn Minnott/»Claudette»), Alison Brie (Amber), Megan Mullally (Sra. Sestero), Hannibal Buress (Bill Meurer), Jason Mantzoukas (Peter Anway), Paul Scheer (Raphael Smadja), Sharon Stone (Iris Burton), Melanie Griffith (Jean Shelton), Zac Efron (Dan Janjigian/»Chris-R»), Andrew Santino (Scott Holmes/»Mike»), June Diane Raphael (Robyn Paris/»Michelle») y Nathan Fielder (Kyle Vogt/»Peter»). 2017. Duración: 104 minutos.

¿Qué Forma Tiene El Agua?

 

Muchas personas en su día a día, alrededor del mundo se sienten como peces fuera del agua; no se adaptan al entorno y son en muchos casos, catalogados como fenómenos solo por el hecho de ser diferentes. Pero lo que el resto no distingue de estos seres especiales es que con todo y sus particularidades, en el fondo son iguales a nosotros y muchos son más humanos que los que dominamos la Tierra. Esta conclusión es a la que uno llega luego de haber presenciado esa preciosidad de película llamada “The Shape Of Water” del extraordinario director Guillermo Del Toro.

 

 

Las acciones nos llevan a la Norteamérica de comienzos de la década de 1960, con un John F. Kennedy empezando su mandato y en pleno auge de la Guerra Fría de este país contra su archienemigo la Unión Soviética. En estas encontramos a Elisa, empleada de limpieza en un laboratorio secreto del gobierno en la línea de fuego de este gélido conflicto con todo y sus espías soviéticos y agentes de seguridad como poster boys del “american way of life”, pero con actitudes miserables. Lo que hace a Elisa diferente es el hecho de ser muda –que no equivale a ser sorda- y que se comunica por lenguaje de señas, si bien su existencia tiende a ser repetitiva, monótona y solitaria, aun siendo amiga de su vecino, artista frustrado que trabaja en publicidad y fanático de filmes musicales. Esta rutina se ve alterada cuando llevan al laboratorio un ser anfibio de tamaño humano, cruce de sapo con garras y pez con aletas para ser sometido a pruebas que lleven a la creación de futuras armas contra el enemigo. Eventualmente ambos personajes se encontrarán y crearán un vínculo que traspasará más allá de la palabra hablada para ubicarse en un lenguaje que apunta al sentimiento antes que a la diferencia, a la emoción más que a la razón.

 

 

Una prueba fundamental que un film y un director nos convencen con su trabajo es si éste logra que en los primeros minutos de su obra nos atrape, bien sea con un argumento interesante o con una puesta en escena que sea desafiante a la convención. Esto sin duda es un sello de fábrica de Guillermo Del Toro con sus filmes, desde producciones como “Cronos” y “Hellboy” hasta OBRAS MAESTRAS como “El Laberinto Del Fauno”. Proceso que repite en “The Shape Of Water” donde crea una de las secuencias iniciales más preciosistas del cine actual, estética que desarrolla durante todo el transcurso del film y demostrando en el proceso que es un director de cine puro al nivel de un Federico Fellini, un Ingmar Bergman, un Satyajit Ray o un Orson Welles; a este nivel ubicamos (y ubicaremos de ahora en adelante) a este director mexicano.

 

 

Este trabajo de arte y de amor viene dado por un guión firmado por el propio Del Toro –basado en una historia creada por él- junto a Vanessa Taylor quienes crean un texto que es sentimental sin caer en lo sensiblero, atrapante desde el primer instante y sobre todo redondo sin dejar cabo suelto; con un material así cualquier director de cine puede lucirse y si el mismo es bueno, destacarse. Adicional a esto, la fotografía a cargo de Dan Laustsen con claras influencias de maestros como Gordon Willis y una estética retro futurista hacen que los fotogramas tengan ese aspecto a filmes del pasado que bordea lo lírico, lo nostálgico. El trabajo de edición consigue que las acciones, por muy repetitivas que puedan estar plasmadas en el texto, sean dinámicas y que los momentos de tensión dramática consigan mantener atrapado al espectador. Y lo musical a cargo de Alexandre Desplat genera desde el primer instante conexión emocional con temas que despiertan toda clase de sentimientos.

 

 

Todo lo anterior no sería posible sin la labor de excelentes actores. Sally Hawkins no articula palabra hablada durante todo el film, pero hace que su expresión facial y su gestualidad digan más que cientos o miles de parlamentos; eso es actuar. Octavia Spencer en su rol de Zelda (compañera de trabajo de Sally) hace de colchón emocional ante la aparente incomunicación de Sally con el resto del mundo, misma labor que logra con su actuación Richard Jenkins en su papel de Giles. Michael Shannon como el agente del gobierno logra dar con ese tipo de personaje duro, inflexible, apegado a las normas y protocolos que, si bien tiene una vida privada “completa”, en el fondo su labor solapa todo, haciendo que su existencia sea, al final, vacía. Michael Stuhlbarg como el científico Robert Hoffstetler aporta formalismo a su papel, si bien en el fondo oculta una doble identidad. Y aun cuando –al igual que Sally Hawkins- no menciona ni una sola oración durante la película, Doug Jones en su rol de anfibio transmite más humanidad que aquellos que se hacen llamar como tal; eso es actuar.

 

 

En última instancia, “The Shape Of Water” de Guillermo Del Toro es –como “El Laberinto Del Fauno”- un cuento de hadas en clave contemporánea que, como todos estos relatos, tiene una moraleja: ser diferente está bien, ser diferente es el deber ser, ser diferente es ser humano. El agua tiene una forma. Y es hermosa. ES UN CLÁSICO. NO TIENE CLASIFICACIÓN.

 

 

Fox Searchlight Pictures presenta. Una producción Double Dare You. Un film de Guillermo Del Toro. “The Shape Of Water.” Dirigida por Guillermo Del Toro. Guión por Guillermo Del Toro y Vanessa Taylor. Basado en una historia creada por Guillermo Del Toro. Dirección de fotografía por Dan Laustsen, D.F.F. Música por Alexandre Desplat. Editada por Sidney Wolinsky, A.C.E. Diseño de producción por Paul D. Austerberry. Reparto por Robin D. Cook. Dirección de arte por Nigel Churcher. Diseño de vestuario por Luis Sequeira. Producción asociada por Daniel Kraus. Producción ejecutiva por Liz Sayre. Producida por Guillermo Del Toro, P.G.A. y J. Miles Dale, P.G.A. Protagonistas: Sally Hawkins (Elisa Esposito), Octavia Spencer (Zelda Fuller), Michael Shannon (Richard Strickland), Doug Jones (Hombre Anfibio), Richard Jenkins (Giles), Michael Stuhlbarg (Dr. Robert Hoffstetler), David Hewlett (Fleming) y Nick Searcy (General Hoyt). 2017. Duración: 123 minutos.